viernes, 3 de abril de 2015

Levedad de voz, Diana Castro, Editorial EquiZZero, 2015.




Acaso porque la poesía es intemporal y es esa esencia que la resguarda la misma que se traduce en imágenes concretas, palabras que perduran, versos que nos marcan. Así la poeta Diana Castro, una de las ganadoras del Cuarto Certamen de Poesía Ipso Facto 2014, con su libro Levedad de voz nos hace partícipes de esa nueva era, esas voces que anuncian tiempos mejores ante una sociedad cada día más inhumana.

Levedad de voz es esa rebeldía primigenia con la que muchos  sueñan y que Diana ha sabido catapultar con habilidad, una propuesta y protesta que se vale de sus propios códigos y matices (ruptura, supresión y mezcla de la puntuación en un mismo poema, cortes disimiles de los versos) y del cual el jurado dijo: libro único y absorbente que declara y anuncia el buen momento del que goza la poesía joven salvadoreña en la actualidad. Aquí está Diana.

Omar A. Chávez



Selección poética 



El golpe en el escapulario

Se definió un viernes que la muerte
no es sino la interrupción de mi
irrupción en el acto de Semana Santa
en la escuelita de monjas y de flores.
Con las alas mal puestas uno se emociona
y se pone a pensar en la cara de alegría
que se debe poner cuando la niña disfrazada
de Jesús salía de la cueva con la barba y los
brazos esbozados
no sabía nada de calvarios, no sabia
de qué estaba hecha la cruz ni los lamentos
sabia de mi traje de ángel blanco y de mis
manos que temblaban porque ya tocaba salir
y hacer como que se volaba y se regocijaba
escondí mi cuerpo detrás de una sábana que
hacía de sepulcro.
Mire al fondo de la puerta de la escuela.
Eran los zapatos pequeñitos de mi hermana.
eran los zapatos grandes de mi vecina.
Vinieron por mi esos zapatos, esos que reconocí
y que era lo único que alcanzaba a ver escondida
en el sepulcro esperando mi intervención angelical.
No pude volar. Me soltaron las alas y me llevaron
en pleno viernes santo
antes de todo.

¡Ah, la santa  voluntad de los abuelos!




Auto satisfacción

Una mosca posando en un vientre blanco y terso
Sin ningún tipo de guardaespaldas





Un tango viejo

Sin dejar de lado la lluvia camino
y me sorprende la marca del llanto
que con todo y mis arañas en el pelo
no le temo al leve paso de las horas.
Con un ramo de rosas amarillas a las 5
de la tarde en mi mesita de escuchar
la sombra del trágico rocío envenado,
ahí estoy sin más ni menos
no pido amores.




Concertación

¿Qué será de todos esos besos
Entre comas y paréntesis
Que se han de morir incrustados
En estas últimas páginas solas?

¿Qué será del absurdo de las risas
Que le ha causado mi desvelo
A ese corazón que no comprende
De rituales?

¿Qué será de los relojes que murieron
De trabajo y de polvo?¿Qué será,
Entonces de mi tiempo, que no vive
Sin mí?

¿Qué será y que no será de todas estas
Venas que me acusan de cobarde?
Mientras que también custodian
Mis noches, pulsando
Y pulsando como trueno

¿Qué será de estos párrafos sin dientes
Que pretenden sin piedad
Derrumbarte
Atacarte
A ti, que no  escuchas.




Velación

Y algunos dirán que no pude aceptar algo de la vida
cuando se persignen frente a mis preciosa ojeras.
Dirían que no quise al vicio restarle el tiempo
para convertirlo en costumbre... cuando los pies
se me atascaron en el barro.
-No, en el abismo-

Soñar es inadmisible para los que viven, solo los
que viven sobre cuerda floja, navegando, riendo,
comiendo, pudiendo clavar vuestro diente ancestro
en el cuello de los lobos sueños.
-No, los días-

Quizá también piensen que las ramas en mis dedos
fueron fruto de la codicia y del tiempo vacío.
Y en efecto un poco de los dos. Sin embargo, pesan
mucho más las alas sobre clavicornios inconexos,
de las gordas sirenas en este mar de negrituras asesinas,
en este poblado desinfierno de las madrugadas, donde
no hay retorno que valga la santísima herida en el
pecho...

Muchos murmuran que el abismo de la locura
esta, de ésta locura, (sólo) puede comprenderse
desde la quietud, la algarabía mocosa de doña
coherencia, esa cínica que empaña los muros jamás
pintados, oh toda esa maldad blanca, gentes con
zapatillas limpias, ropas completas, esos ojos que
parecen pozos y a ratos aparadores.
Esa falsa sanidad como cuchillo de óxido envainado

Dirán que he sido una bestia,
alguien que enhebró un pájaro en las tripas de la
serpiente, alguien que jamás durmió planeando
morir de atrevimiento, una dromedaria
a ratos cabalgando la luna por venganza.
-No, justicia-
Si supieran que la sangre de un cometa puede
redimir ciertos achaques funerarios.




Querer

Desgarrando fuertemente el
Amor ajeno con mis ojos y mis uñas que no pueden solas
El golpe en la boca me corroe y ya no puedo más en esta esquina
Del amor que no tengo
Mientras la pared se mueve y se sonroja
Mis pies se tornan remolinos y se enlazan como si fueran
A dejarme sola.
En los próximos instantes mil zumbidos viajan por espacios entre vientres
Quiero pelear quiero luchar, quitar vengar lo que deseaba para mi
Y que no es precisamente de dominio público
Quiero decirle a los de enfrente que tengan un poco de conciencia
Que se vayan porque mis ojos y mis uñas son capaces de asfixiar

la saliva dulce como delito del amor ajeno.







Diana Carolina Castro Mendoza



San Salvador, 10 de febrero de 1991. Estudió licenciatura en Letras de la Universidad de El Salvador. Participó de cursos de actuación y puestas en escena, con la compañía de Teatro Razamaya hasta el 2014. Formó parte de talleres literarios en la UES, desde 2009 a 2012. Algunos de sus textos han sido publicados en sitios electrónicos. La mayoría de su obra permanece inédita.

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