sábado, 26 de julio de 2014

Lanzamiento de bases del Certamen de Poesía Ipso Facto 2014




El certamen de poesía Ipso facto nació en el 2011 con el propósito de promover la literatura escrita por mujeres. El tiempo fue develándonos otros caminos, otras latitudes, de manera que este certamen fue adquiriendo nuevas  dimensiones. La cuestión etaria es algo que le compete más la estadística y al marketing, no así a la poesía. Sin embargo, cuando decidimos fundar Editorial EquiZZero nuestro propósito era (y sigue siendo) el mismo espíritu que guía este concurso: promover la poesía escrita por jóvenes. Desde entonces, 6 escritores han pasado a formar parte de nuestra familia: Katheryn Rivera Mundo y Elena Salamanca en 2011, Manuel Membreño (Nicaragua) y Abigail Reyes en 2012, y Ernesto Bautista y Alberto Quiñónez en 2013. En nuestros deseos está que la familia se amplíe, que la poesía se ensanche. Por eso, este 21 de agosto estaremos lanzando las bases y presentaremos los libros ganadores. "Ipso facto 2014" está abierto a aquellos cuyas edades oscilen entre 18 y 35 años, y residen en Guatemala, Honduras, El Salvador, Nigaragua y Costa Rica. Pronto daremos más información al respecto. 


Compartimos con ustedes unos links donde podrán encontrar una selección de poemas de todos los ganadores. 

Elena Salamanca: http://equizzero.blogspot.com/2012/04/landsmoder-elena-salamanca-editorial.html

Katheryn Rivera: http://equizzero.blogspot.com/2012/05/muneca-rota-katheryn-rivera-mundo.html

Abigail Reyes: http://equizzero.blogspot.com/2012/10/sin-coro-sara-abigail-reyes-ipso-facto.html

Manuel Membreño: http://equizzero.blogspot.com/2012/10/ipso-facto-2012-poemas-sin-esquina.html

Ernesto Bautista: http://equizzero.blogspot.com/2014/07/tempestadnayade-ernesto-bautista.html

Alberto Quiñónez: http://equizzero.blogspot.com/2014/06/hierro-y-abril-alberto-quinonez.html



sábado, 5 de julio de 2014

Tempestadnayade, Ernesto Bautista, Editorial EquiZZero, 2014.





Experimentación,  ruptura,  crisis onírica, concreción de lo fatídico son términos que podrían definir la obra de Ernesto Bautista que, como un caleidoscopio, anuncia una complejidad de imágenes y formas que conmueven pero al mismo tiempo asombran, no solo por su sencillez sino por la brutalidad que cada texto adquiere como unidad indisoluble de un todo.


Con un leguaje frío y áspero y otras veces sentimental y nostálgico Tempestadnayade (uno de los libros seleccionados en el Tercer Certamen de Poesía Ipso Facto 2013) constituye una de esas peculiaridades que el tiempo devela muy raras veces. Con él, por extraño que parezca, Bautista está más cerca del barroco que de las vanguardias. Borges lo define mejor: Es curiosa la suerte del escritor. Al principio es barroco, vanidosamente barroco…

Aquí está Ernesto, aquí está Tempestadnayade.


Omar A. Chávez
Editorial EquiZZero





Selección poética





Pirómanos eléctricos en la avenida


Esta vez el calor de tus llamas no alcanzó a tocarme porque yo tenía la boca cocida con raíces.
                   
Y te movías  como un  fantasma  epiléptico, te  movías  como un cable herido por la tormenta.

Escapé  de  la  punta  de luz  del  látigo que daba sus últimos gritos, como un dios al que se niega porque no existe. Esta vez el calor de tu escarcha me rozó las mejillas y me quemó los ojos, y no me lo bebí, porque te habías extinto ya, y aquellas raíces me cerraban los labios.





La fuerza de la costumbre


Así como tú me viste cosiéndome los huesos con bisturís, plumas, lonas y papel.

Así como tú te sentabas  a mirar mis saltos desde el techo, y todas las veces que me quebré las piernas y sangré por las caídas.

Así como veías que, al igual que Ícaro, me abalancé desde un peñasco hacia las rocas del mar y me estrellé contra las piedras partiéndome la cabeza.

Así, cosido con rabia, armado de huesos atados a lonas y plumas.

Tú vendrás conmigo.

Esta vez saltaremos juntos. Y tú bailarás al viento y me dirás que tan cierto es eso de que eres mortal.





El incendio


Los árboles corrían despavoridos tratando de sortear las llamas.

El fuego les quemaba las hojas secas, y las verdes también. 
Cuando el fuego es grande nada se salva.

Los árboles se trepaban por las laderas y rayaban las piedras con sus ramas, pero todo era inútil. El bosque se incendiaba y los animales que habían matado, las personas que habían aplastado se quemaban junto a ellos.

Y el espectáculo de las llamas era suficiente para que las aves y los peces musitaran oraciones de misericordia para ellos, y para las enredaderas, que tejían sus redes al cielo, como un fénix que se hunde en sus últimas cenizas.
Solo que ellos ya no retornarían.


El último cedro tardó en quemarse, abrazó una de las masas aformes y sanguinolentas que habían en el suelo. La cubrió con lo que quedaba de sus ramas, como si los restos viscosos le profirieran perdones y lo redimieran.

Luego,  se  sentó  al borde  de un  arrollo seco y se consumió hasta extinguirse.





Los mosaicos tintos del silencio


A veces salto por la ventana
como las águilas se asoman a los peñascos
con los brazos extendidos y los ojos cerrados
y beso en los pétalos del viento las gotas rojas de mi regreso

Y te recuerdo abrazando a los leones a mi lado
entrecerrando los ojos y los labios
bebiéndote mi voz y desangrando mis manos
exiliándome a la lluvia
tras las paredes de alambre y los ojos sonrojados

En esa burla que tu placer suele cantar
es ese el grito de escape de tus deseos
de tu muerte y de tu vida

Da igual

Ojala hubieras sido tú la de las manos en mi espalda
ojala hubieran sido las capas del cielo tu ropa
y la lluvia tus dedos

Estoy regresando al suelo
cuando despierte de tu voz
la volveré a oír mañana.

y entonces te mataré.





La fotografía


Cuando quemé su fotografía sentí que algo en mí moría con aquel papel.

Años antes, simplemente la encontré en mi puerta, triste. Cuando me vio se echó a llorar, desconsoladamente, sobre mis brazos.

Luego se evaporó.

Nunca entendí qué la había llevado hasta ahí,  pero cada vez que miraba esa fotografía, ella regresaba a mi puerta a repetir el mismo ciclo, y siempre se volvía humo entre mis manos.

No sé si había muerto desde que yo me marché, o si eran pesadillas que no encajaban en los colchones y me perseguían con vida propia.

Si eran sus sueños o los míos,
pero ella aparecía cada vez.

Un día decidí quemar esa fotografía.

Fue una noche de tormenta. Esa vez el viento llevaba gritos en sus entrañas.
Voces que pronunciaban mi nombre.
El polvo que arrastraba llevaba la forma de sus manos.

Tomé el encendedor, y éste seducía al papel. Su imagen se empezó a volver cenizas con aquel fuego.

Por la ventana la pude ver.
Pude ver su cuerpo  bajo la lluvia,  y su mirada buscándome en el cristal empañado.

Su cuerpo  envuelto  en  llamas  se consumía por última vez.Y algo de mí moría con ella.

Nuestra historia moría con aquella foto.

Y la tormenta cesó.

Su cuerpo desmoronándose se consumió en el viento y la lluvia.

Miré entonces los restos de la fotografía consumiéndose.
Hasta ese momento comprendí todo.
Su dolor atrapado en aquel papel.
Su recuerdo se había convertido en una criatura, y yo la había matado.

Fue hasta entonces que al fin lo comprendí. Por primera vez lloré por ella.








Ernesto Bautista


Santa Ana, El Salvador. 1987.

Publicaciones: Silencio: Puertas Dormidas (Premio Amilcar Colocho. Metáfora 2007), La Marcha de los Ausentes (Premio Gallo Tapado. Contracorriente Editores 2010). Antología Una Madrugada del Siglo XXI por Vladimir Amaya  y 4M3R1C4 Novisima poesia latinoamericana por Hector Hernandez Montecinos. Residencias artísticas con RAPP (Residencia Artistica para Poetas Performaticos), Granada Nicaragua 2009. Finalista en la Beca de Creación Poética Antonio Machado, Soria, España (2012) y en Beijing, China a traves  del International Network of Literature and Art Committee (INLAC) y el Shangyuan Art Scene (2014). Ha sido traducido al francés, inglés y mandarín.