domingo, 31 de agosto de 2025

Los instrumentos del diablo, Editorial EquiZZero, 2025.

 


Los instrumentos del diablo, del escritor salvadoreño Josué Andrés Moz, resultó ser el libro ganador del XIV Certamen Literario Ipso Facto 2024, quizás, a nuestro juicio, su libro más personal, a través de él desfilan diferentes personajes, sin embargo, dentro de esa microurbe sobresale uno: el propio autor; el poema La herencia, es un ejemplo palpable:


Meses después, mi madre necesita atención médica,

han vendido el automóvil, se han deshecho de su perro,

he llegado a sus vidas y tengo problemas respiratorios.

 

Cada sentimiento que pueda ser experimentado por un ser humano está presente en este libro: dolor, angustia, amor, ira, etc., ya sea que compartamos afinidad o no por el autor, hay algo que es innegable: ningún texto nos resultará indiferente. El lector que se atreva a explorar sus páginas encontrará dentro de ellas esa parte que nos arrebataron, porque nada está completo si no duele o no lastima, nada otorga más emoción y al mismo tiempo mayor aprensión, que aquello cuyo secreto develamos. Los instrumentos del diablo no solo es un canto a esa infancia, a una época; alegoría infinita que, como un film, gira y se proyecta en nuestra memoria, porque, a fin de cuentas, ¿qué es el hombre sino producto de su pasado?

 

Han pasado los años.

No puedo decir con certeza,

que haya entendido todas las moralejas.

 

A la distancia

todo lo que veo en palabras es fácilmente una ficción.

 

Hoy, damos la bienvenida a Josué Andrés Moz al podio de ganadores, ese pequeño y humilde espacio reservado a quienes entienden que la poesía, más allá de alimentarnos espiritualmente, transgrede.

 

 

Omar A. Chávez

Co-editor de Editorial EquiZZero

 

 

 

Selección poética

 

 

La herencia

 

 

Fábula conversacional en 7 partes

 

(I)

Fuera de casa

 

 

A mí, la guerra me llegó por lágrimas de mi padre,

a él, la guerra se la declaró el suyo antes de llegar a la adolescencia.

 

Yo he visto cómo llora cada uno de sus muertos

y escuchado cómo desesperadamente                     

busca esconder con sus gritos los muertos de los demás.

 

Ahora que envejece y que el cuerpo le falla,

mi padre ha encontrado el perdón que le negaron.

 

Yo escribo esto

para perdonarlo en su perdón.

 

 

 

(V)

Debajo de la alfombra

 

 

No he muerto,

pero he acabado con los ahorros familiares.

El hambre es una sonrisa en el plato vacío de mi madre,

abro la boca y mastico sus dientes,

abro la boca y mastico su carne;

no me bastó la herida que hice a través de su cuerpo.

 

No he muerto,

pero ha muerto el hermano de mi padre y

es como si en casa muriéramos todos.

 

Muy oscura la sonrisa de papá,

muy opaca la sonrisa del señor,

muy gris la sonrisa de aquel desconocido.

 

La memoria entre mis manos es la sombra de una sombra

y no veo manos juntas y ciego estoy ante los besos.

 

Nunca hemos tenido alfombra en ninguna de las casas,

pero es como si la ternura se escondiera por debajo de la tierra.

 

Nos han mentido a todos

la nieve también cae sobre este charco.

 

 

 

(VII)

El tejado

 

 

Han pasado los años.

No puedo decir con certeza,

que haya entendido todas las moralejas.

 

A la distancia

todo lo que veo en palabras es fácilmente una ficción.

 

Una vez sobre el tejado alguien dice

que solo el amor es capaz de detener el salto.

 

 

 

La soledad

 

 

Balada a manera de confesión

 

 

Alguien acaricia mi corazón

de la misma forma en que se besa una llaga repleta de lágrimas.

 

He nacido tan lejos de esta estructura de calcio que me sostiene,

de este tránsito en que otros ojos me traducen

                   como una paradoja de máscaras y cicatrices.

 

Ella asegura,

que el más cercano de mis dolores

                     reside a kilómetros de este tiempo.

 

Yo quiero ver lo que ella ha podido ver.

Entonces, acerco mi edad por el borde de su pupila

como quien asoma su inocencia por un escaparate

detrás del que hay algo imposible de alcanzar.

 

Al fondo

y devolviendo una mirada de pétalo marchito,

ese niño moldea una sonrisa

 

y acomoda a la soledad,

tranquilamente sobre su cabeza,

como a una corona          de espinas dorsales.

 

 

La ironía

 

 

13 astillas apócrifas a manera de trampas

 

VI

 

 

No se juzga la belleza del vaso;

amado es el vacío y la lentitud de la espera

 

amado el ojo que observa la grieta

y con su lágrima rellena la grava.

 

 

 

VIII

 

 

Escrito está mi nombre a través de tus ojos

detrás del cristal

como si el dolor que debías llevarte

decidieras dejarlo entre mis manos.

 

 

 

XII

 

 

El colmillo de la luna atraviesa el tejado

y rompe la terrible comarca

en que tus sábanas hicieron casa.

 

Toda esta

es la única luz que me pertenece.



 Josué Andrés Moz

 

San Salvador, El Salvador, 1994. Poeta, guionista, narrador, corrector de estilo y gestor cultural. Ha publicado: Carcoma (2017), Pesebre (2018), Babel (2020), El libro del Carnero (2021/2024), Revólver (2023/2025), Crac[K] (2023). Algunos de sus poemas han sido traducidos al inglés, italiano, árabe y francés.

 En los últimos años ha participado en congresos, ferias del libro y festivales de literatura, entre algunos de ellos: Festival Internacional de Poesía de Aguacatán (Guatemala, 2018), Primer Encuentro Centroamericano de Escritores «Edilberto Cardona Bulnes» (Honduras, 2018), Primer Congreso Centroamericano de Literatura (USAC, 2019), trigésima edición del Festival Internacional de Poesía de Medellín (2020), ANTIFIL (2021), 15vo Festival Mundial de Poesía de Venezuela, FilXela (2022-2023), Feria Internacional del Libro de Honduras (2023). Actual coeditor de la Revista Ars poética 1970.

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