sábado, 14 de junio de 2014

Solsticio de posguerra, José Luis Escamilla, Editorial EquiZZero, 2014.






Solsticio de posguerra nos invita a marcar la llegada de una nueva estación, un nuevo momento en nuestra historia. Este solsticio se celebra con un ritual, es un concierto a una voz que ofrenda el poeta salvadoreño José Luis Escamilla. Es un poemario con intertextualidades a veces marcadas por el eco de otros versos, a veces por un dicho popular, otras, por su incursión en el discurso académico y otras más por su conversación con otros personajes y autores en la historia nacional. Así, se mueve por diferentes momentos en la producción poética de nuestro país, oscila entre diversos espacios del quehacer cultural, entra y sale del espacio del saber institucional y aborda el espacio del saber popular. 



                                                                                                   Beatriz Cortez
                                                                                  Los Ángeles, California.
                                                                                                         Mayo, 2014.


Selección poética



Designio


I


Y entonces coleccioné la vida
corté una flor silvestre
y la sembré en una esquina del pavimento,
ahí apareció Dios.

Horas más tarde
recogí vestigios de concreto
y lo lancé al corazón del cielo,
ahí estaba el hombre.

Al anochecer tejí alas diminutas
volé como partícula de luz en el viento
Dios y hombre llegaron hasta aquí
y ahí está la imaginación.

  


II


Al final
en el eterno vacío de cristal
vertí instantes crepusculares
que descifré entre cáncer y capricornio.

Brizna amarilla ilumina mis horas
tempestades furibundas soplan del Norte
el polo ya no es magnético
oro y plomo han sucumbido
principia otro tiempo.

Salitre de piel milenaria se anuncia en el Sur
mieles de hojas prohibidas lavan el alma
cocaleros dignifican la tierra en el cielo
y las diminutas tintas clorofílicas
pululan como espermas finiseculares
como anuncio de un perpetuo solsticio
que inicia hoy.




Destello crepuscular


He vuelto al encuentro de las aves
minúscula palabra gritada al viento
destello crepuscular ahogado en las horas.

He vuelto al encuentro del ruido asesino
He vuelto al encuentro del insomne siniestro
que lee los versos del crápula.

Así transcurrieron los años
Todo ha terminado
Sólo queda el canto del viento que hiere
al especialista en el pronóstico del tiempo.




Entelequia


La mentira del presente
es la verdad histórica.




Silce V


Desnuda
aquí cerca de mis manos
sin horas laborales
te necesito.

Tu cadencia infranqueable
bisturí perfecto que rompe el viento
explota en el aire el perfume nocturno de tus senos
delirante llamado del suspenso.

El insomnio asalta el remanso vegetal
de arcoíris atrapado en mis manos del mal
y llegas sin tregua al escalofrío preciso
donde el amor encuentra el paraíso.

Despertamos con el rocío de los labios
mojados
pieles invadidas como tempestad
que solo vos conocés.
Besos desnudos
decantan los abismos de la conquista
que gritan en sigilo indómito
la fuerza de los cuerpos
atrapados en este eterno segundo
que en algunos días serán veinte años.




Camarada anónimo


A Jorge Arias Gómez


Son tus horas
un siglo estrujado en el invierno,
mil ideas gaseosas iluminan el cosmos
y tu trabajo voluntario
pulula en los pasillos de este santuario.

Querido Jorge
te dijo el poeta
mientras el frío dibujaba esperanzas en el silencio de Praga.
Cuánto diletante
desea aquel manifiesto de ternura
que años después se convirtió en amargura.

Este episodio es el desván del siglo
con palabras últimas
señales de epílogos
novelas irrepetibles
que testimoniaste con tu humildad de viajes clandestinos
mientras una generación soporta esta tarde de dolor.

Maestro de la memoria
sobreviviente en este barco descostillado,
curador eterno de la historia,
testigo de clandestinajes inéditos,
dibujante de acuarela ensangrentada
pintor de lienzos color sepia
mentor de la historia olvidada
escultor de corazón en retirada.

En tus páginas queda el sombrero de Sandino
los caminos de Farabundo
y el confín de tus palabras no dichas
petrificadas en el aguacero de aquel abril y mayo.

Conozco tu anonimato a campo traviesa por el mundo
en busca del rastro de Farabundo
Conozco tu anonimato en las callejuelas de la Zacamil
en el eterno retorno del año dos mil
Conozco tu anonimato en el campus universitario
en la fecha del olvidado aniversario.

Estoy seguro del incendio escarlata en tu pecho
contemplo el horizonte enrojecido de las tardes
escucho el rumor de tu enojo
frente a las brújulas esquizofrénicas de los tránsfugas.




Dardo envenenado


Y entonces recorrí las mismas calles
todo era ajeno
nada me pertenecía.
Regresé a las horas perdidas de caminos muertos.

Estoy cansado de tanto desasosiego...
No tiene sentido continuar sin rumbo.
No puedo respirar si un mal presente pinchó la suerte
No puedo respirar si el aire está a la venta.

Ya basta de tanto estercolero golpeándome el tímpano.
Ya basta de tanto sordo eterno en el pavimento.

¿Es que acaso la memoria
es esta sangre que se dibuja en los libros?

Diez años después...







José Luis Escamilla




Nació en Apopa, San Salvador, la madrugada de un 28 de junio de 1970. Hijo de Carlota Rivera Valle y Francisco Escamilla Díaz.

Escamilla es profesor de Literatura hispanoamericana, centroamericana y salvadoreña en la Universidad de El Salvador. Se doctoró en Literatura de la Universidad Nacional de Costa Rica el año 2010.

Sus libros publicados son: Intersticios en Roque Dalton (2005) y El protagonista en la novela de posguerra centroamericana (2012); Esquinoccio (Editorial EquiZZero, 2012).


sábado, 7 de junio de 2014

Retazos de asfalto en penumbras, Manuel González, Editorial EquiZZero, 2014.








Manuel González pertenece a esa nueva generación de escritores que, a principios de siglo XXI, van ir adquiriendo renombre entre sus contemporáneos, y cuyo trabajo plástico va  acorde con su vocación literaria: Efraín Caravantes, Jesús Gabriel Alvarado y Nestor Torres también forman parte de ese grupo, y son ellos quienes confluirán, en su momento, en los talleres literarios de la poeta Silvia Elena Regalado y Roberto Laínez, ahí se gestará la primera semilla.

Podría decirse entonces que Manuel González llegó a la pintura a través de la poesía, porque antes de convertirse en artista plástico Manuel tenía como canvas al papel,  fue a través de la palabra escrita donde su ideal gráfico toma forma y consistencia, de manera que sus primeras pinturas llegaron a nuestros oídos en forma de poemas.  Son estas dos facetas las que el autor ha sabido fusionar para crear Retazos de asfalto en penumbras, libro finalista del Segundo Certamen de Poesía Ipso Facto 2012, y a nuestro parecer uno de los mejores.


Omar A. Chávez
Editorial EquiZZero





Selección poética





Blanco sobre blanco pizca negro

Busco tus calles de sangre a través de mi memoria
no encuentro tus rostros
me salpican tus gritos
Hoy no quiero verte
que me beban las gotas de lluvia
quiero permanecer desnudo en mis telarañas
que se vayan tus miserias a los centros comerciales
Hoy mi sitio es una silla
y una caminata entre los botones del control remoto
al otro lado de la ventana también es de día
sin embargo
la noche
en la palabra
en los pasos
y las siluetas amargas que atraviesan el ruido
y ese rumor de espina inconfundible
Hoy mi sitio
es una botella
transparente
absorta
vacía
donde cabe con todas sus sombras la ciudad




Azul sobre verde

Soy rito que crece en la noche
verbo tejedor de alas
multiplicador de labios en la tierra
Hablo desde lo verde del maizal
atravieso el polen de las calles
derramo estrellas
en el breve sembradío de voces
que duramente sobrevive entre las grietas del asfalto
Soy el danzante jaguar en el último piso del huracán
los restos blancos que se desgajaron del tiempo
para venir
con este murmullo
a enterrar la tormenta
en este rito de sueños azules




Azul sobre amarillo Vi

Viajo a través del cabello húmedo de las pasajeras
me detengo en lo más dulce de un almendro
reanudo el viaje en mi partícula de polvo
cuestiono el amarillo de un grafiti
que me lanza un adiós con su carcajada negra
con tan certera puntería
que derriba mis harapos que van cantando por las calles




Azul sobre negro  X

Y fue la llovizna
y vinieron los locos
y bailaron con el cielo en el centro de la ciudad
y vinieron los pájaros
y tejieron sortilegios de luz en la boca
y vinieron las melodías cabalgando sus colores
Era de noche
las estrellas anduvieron desnudas derramando sus dones
y fue la hora de desatar todos los sueños
y fue
que muchos no pudieron desatarse de las tumbas




 Verde sobre pizca gris

Hoy
lo único que necesito
es estar a solas con mis pantalones rotos
con mis camisas que huelen a ciudad
quedarme aquí
a disfrutar mis telarañas
revolcarme con dos o tres canciones
sacudir un poco mis sueños
buscarme piojos en el alma
Mi ventana
está huérfana de pájaros
de flores
sin embargo
la brisa revolotea
me deja una caricia de fragancias en el pecho
abro mis sabanas
hoy mi sed sabe a hojas  brotadas del rocío




Verde sobre amarillo marrón N

En algún rincón de la tinta
he guardado el carbón de mi palabra
con su llamita que será incendio
cuando brote su grito en la boca de las piedras
desde la cumbre del silencio
porque es necesario socavar la sombra que nos persigue
Desde las axilas de los funcionarios
he recostado la mirada
en las manos abiertas de la luz
para amanecer mañana
en la desnudes más blanca de las multitudes




 Rojo sobre rojo marrón

Cuando tus piernas besan el cielo
se me antoja deslizarme hasta el centro de tu sonrisa
toda esa tela que te persigue
que no te deja
piedra inmensa sobre la carcajada de tu piel
ahí deben cantar los frutos
ahí los colores brotan entre las alas que se abren al vuelo
quiero incendiar la raíz de mi sangre
allí donde te recorren desnudos los sueños




Amarillo sobre pizca rojo verde

Cuál es la primera letra
la primera palabra
para incendiar la memoria
para acudir al llamado de sus llamas
donde arden todavía
los brazos
las miradas
el agua
que alguna vez nos arrancaron de la muerte.





Marrón sobre marrón gris

Dame motivos
para escucharte en las mañanas
para visitarte entre los días
sólo el agua que me recorre el cuerpo
me redime de esperarte en las esquinas
y espero la lluvia
espero que venga cargada de historias miserables
para tomar nota en la hoja gris de mis huesos
para guardar datos
para coleccionar recuerdos que no me digan nada
De tanto esperar
se me olvida qué espero
¿A quién?
¿una raíz amarga que me atraviese las venas?
¿la pupila hambrienta de la noche?
Permanezco allí
adherido a las ásperas calles
como musgo que le crece a la tristeza
y las cosas van y vienen
y la gente se queda estancada en la piedra
me pierdo en mis fracturas
mi piel es de asfalto
mis recuerdos
multitud de voces
que vende cosas como vender sueños
Espero
y en días calcinantes como hoy
espero sin saber qué es lo que espero





Manuel González


Cojutepeque, 14 de diciembre de 1978. Poeta, dibujante y pintor, periodista egresado de la Universidad Tecnológica de El Salvador. En 2003 se incorpora al Taller Literario de  la Unidad de Cultura “Roberto Armijo” dirigido por la poeta Silvia Elena Regalado.

En  2004 obtiene el segundo lugar en poesía en el “Festival Verdad” de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA). Colaborador del grupo de teatro Caligary.

Entre su trabajo poético se encuentra: “Semáforos”, “Ciudad” y “Tránsito y objetos”. La mayoría inéditos.



domingo, 1 de junio de 2014

Hierro y abril, Alberto Quiñónez, Editorial EquiZZero, 2014.






Hierro y abril, del poeta salvadoreño Alberto Quiñónez, es uno de los trabajos seleccionados,  junto a Tempestadnayade de Ernesto Bautista,  por el jurado del Tercer Certamen de Poesía Ipso Facto 2013 para ser publicado por Editorial EquiZZero.

En este libro, lo romántico y lo social se condensan de tal modo, que la palabra adquiere una uniformidad mística, un ritmo cadencioso cuyas notas descifran nuestras nuestros sentimientos más profundos. Si hay algo defina a este trabajo, eso es la empatía y honestidad que Alberto Quiñónez nos otorga en cada poema y que seguramente el lector podrá advertir sin dificultad:

Mujer, nuestra simiente vendrá al mundo de los
                                                            /desharrapados.

Trabajo único y ambicioso que reúne muchas de las grandes inquietudes de la nueva poesía salvadoreña.




Selección poética




[La sangre de tu pelvis no me deja saber quién soy...]


La sangre de tu pelvis no me deja saber quién soy.
Quizás el polvo que tocan las patas del carnero.
Quizás el balido que corta los mudos dedos del aire.


Es sólo que a veces me he mentido.
Es sólo que tantas y tantas veces me has negado
                                        /que puedo  hacerlo yo mismo.

Abro ventanas.
Abro puertas en mi costado para que salgan los piojos.
Saco a pastar este rebaño muerto el mes pasado.
Mírame a los ojos antes de irte.
No digas nada.




[Abril sabe a lunas menguantes y a alambres de púas...]

Abril sabe a lunas menguantes y a alambres de púas.
El periódico habla
de precios y de guerras y de inviernos pasados.
La lluvia esgrime sus muñecas sangrantes.
Bien por la saliva de los ermitaños.
Bien por el labio superior de los tragantes.
Bien por el pómulo de los motores.
Bien por el oído que habla de los muertos.
Bien por ellos.

Cuando salte inanimada la crisálida que nos contenía
podrán caer entonces las banderas y los muros.



[Me he acostumbrado a que falte la nave de partida...]

Me he acostumbrado a que falte la nave de partida.
No volverás aunque pueda detenerme en algún nudo del viaje.
Pienso en tus pálidos labios heridos.
Pienso en cómo la cruz liquida de tu sordera parte el sol
                                                                        /en tres mitades.

Ayer fui todo un siglo.
Un siglo de amaneceres tibios y de noches casi tristes.
Un siglo que veía morir a tantos hombres.
Ayer me decía tu nombre y era libre y poderoso.
Entonces mencionar tu nombre era mencionar el viento.
Un rugir de lunas antárticas que mecen la cuna de las fieras.

Casi podría repetir de memoria cada una de tus palabras.
Casi podría reírme si estuvieras aquí.
Pero falta esa nave que espero y que no vendrá nunca.
Jamás en el tiempo de los tiempos.
Aunque pierda mis oídos y el balcón que se hace noche.
Y lágrimas de niño que niegan a la noche.
Y una sed que queme al mar que me conoce.
Reconocería con los ojos cerrados el signo de tu embarcación.
Pero no vendrá. Hace tiempo que lo sé.



Calostro

Llevo adentro un mar que no toca ni la playa que lo circunda.
Un mar que es flor y bayoneta, ciénaga y calostro.
Y yo no sé porque a tus ojos le han crecido cerraduras.
Hablo de la uña, del surco, de la reja.
Hablo de un pueblo de fantasmas que se mecen.
Hablo de un pequeño dios, muerto de frío.
Y de la cuerda que lo amarra.
Y de los sables en silencio.
Hablo de lo que no se oye,
de una flor que se quema, de una oprimida gota de lluvia                                                                                                 /que no cae.
Hablo del paraíso y de la abierta vena de los caballos
(también pesa tu aliento en estas manos vacías).
Hablo de que una vez te quise.

A veces, la luna canta su canción y sangra.
Hace tiempo que ya no pregunto por qué.

Hay una marea que se arranca las venas.
Este barco recoge su red llena de ojos.
Y no hay mirada en los rostros que regresan,
si es que regresar es algo posible.
Hace tiempo y sangre que ya no pregunto.
Tiempo cristal de roto calendario.
El mañana no existe. Lo he sabido desde hoy.



[Las antiguas inercias del viento son el credo…]

Las antiguas inercias del viento son el credo de la langosta
y el primer llamado al llanto de la primera lombriz.
Pero el espacio fortuito entre tu piel y tu ropa,
llama al canto de los bellos equinoccios del humo.
Así como el fuego toma del fuego su alma.
Así como la piedra funda su templo en la piedra.
Así como nace carne de la carne,
dice alguien olvido porque solo el olvido es.
Y se abre la luz sobre el origen de los trenes,
ahora que la lógica es un charco de uñas y medusas donde                                                                                        /los caballos orinan.
Ahora, cuando es tan tarde que ya no puedes decir más tarde,
cuando es tan inútil que cantes con tus sagrados temblores,
cuando llueve sobre los trenes que van al adiós. 

Y nadie es una persona sentada en la última estación,
esperando a perderte de vista en las llamas de la lejanía.
La mañana abre la mandíbula de aire de los alfileres.
Y luego, regresar hasta la madriguera que cavaste                                                                                                  /en la nariz de Lot,
para depositar esos huevos que transportan cadáveres,
esas lágrimas, como apéndices del miedo,
esos pies, mordidos por tu locura.


La virgen de los viajantes se quemó en el reino                                                                                                   /de los mutilados,
y tú perdiste la gloria antes de verte en el espejo.
Por eso hay calaveras bajo la almohada,
cada vez que nos llega al tacto la simiente de las piedras,
cada vez que los aeroplanos vomitan gusanos en tu axila,
cada vez que el viento sopla con su grito de langosta
y nuestras voces no se oyen, y nuestros minutos no se junta.

Grito en el palacio vacío de los monarcas del miedo,
aquí la vida es una mariposa congelada en el quicio
                                                                   /de tu habitación.
El jardín está plantado de judíos muertos bajo
                                             /el último  eclipse del hombre,
ese andar de marionetas que entrechocan sus cantos,
esa orgía de carne y plomo que desayunó en los cementerios,
y que cala más adentro que la palabra que no pronuncias.

Tu vientre será el arpa que cante bajo las lluvias del mañana,
indiferente a toda brisa,
a cualquier gesto,
a toda palabra que sobreviva
en los labios mordidos del hambre de nuestra simiente.



A ella

Llegué a tu corazón herido en la simiente,
mutilado en mis abrazos y triste en mis risas.
Así llegué a tu vida como una pregunta necia.
Como un cuchillo exiliado en el mar de la mudez.
Teniendo un solo soplo para asaltar a la vida.
Contemplando una pequeña llama de asombro
                                  /bajo el huracán de la muerte.

Vine a tu pecho, a tu doble semilla que me palpita en las manos,
a tu saliva y a tu pelo que me calman las heridas,
a tu voz de lluvia, a tu sueño donde somos secretos antiguos,
a todo tu misterio, a la maravilla total que me destruye los pecados.

Y supe de tu boca, de tu piel que me das cuando te digo sos mía.
De tu sexo en el que busco algo más allá de vos misma,
donde te encuentro como una explosión de selvas
                                                     /y mares y ríos y temblores,
del que salgo como un ciego que ha visto nacer a Dios.
Y de tu cuerpo, completamente, compañera.

Y también tuve tu mirada:
tus ojos como el universo estudiándome despacio.
Los ojos donde beso la esperanza que nos ata las venas.
Es la esperanza de nuestros muertos,
la luz que no se apaga de nuestros desaparecidos.

Entonces besé tus pies para darte el alma que me quedaba.
Te di mis recuerdos para semejar un latido.
Ya somos de la muerte, plenos de ser y de entregarnos,
vida por vida.




Alberto Quiñónez 



San Salvador, 1987. Fue miembro del taller de la Casa del Escritor, durante la coordinación de Rafael Menjívar Ochoa. Actualmente se desempeña como investigador en diferentes áreas de las ciencias sociales.

Sus escritos poéticos han aparecido en algunos medios digitales e impresos como artepotetica.net y Suplemento Tres Mil. Ha sido incluido en el volumen No 2 del proyecto antológico Solo la voz (CONCULTURA, 2006) y en la antología Memorias de La Casa, 2002 – 2010 (Índole editores, 2011).