sábado, 5 de agosto de 2017

¡Muy pronto!



Homero

Cuando de Troya los altivos muros ,
torres marmóreas y dorados techos,
aviente ya tornados en ceniza,
                     con sus alas el tiempo;
cuando los carros y lucientes lanzas,
el fuerte escudo y el bruñido yelmo
que caldearon de un dios las fraguas rojas, —
                     de Aquiles de Peleo, —
con vil orín enmohecidos yazgan
para siempre olvidados, bajo el suelo
que un día estremecieron y regaron
                         con la sangre de Héctor;
cuando ya hundidas las soberbias proras
que al dárdano llevaron sangre y fuego,
ni ondee al viento la turgente vela
                        ni el mástil se alce enhiesto;
y ni el recuerdo por el mar, flotantes,
traigan ruines pedazos al viajero,
que tragó para siempre el océano
                            el arenoso lecho;
cuando nada recuerde ya la audacia
de las fieras legiones del de Atreo,
Diomedes muerto, muertos los Ayaces
                       y Aquiles también muerto;
rotas ya las estatuas, muerto el Fidias
que animara los mármoles penthélicos,
escombros Parthenón, ruinas Athenas,
                      esclava Grecia, oh griegos!;
entonces, ¿quién de la nación que el Ponto
ensordeció con su terrible acento,
consolará con la ínclita memoria
                       al lloroso Archipiélago?;
entonces, ¿quién hará sobre los siglos,
inextinta rodar en himno eterno,
la memoria de aquella heroica raza?

                       ¿Quíen? ¡el mendigo, Homero! 

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