domingo, 1 de junio de 2014

Hierro y abril, Alberto Quiñónez, Editorial EquiZZero, 2014.






Hierro y abril, del poeta salvadoreño Alberto Quiñónez, es uno de los trabajos seleccionados,  junto a Tempestadnayade de Ernesto Bautista,  por el jurado del Tercer Certamen de Poesía Ipso Facto 2013 para ser publicado por Editorial EquiZZero.

En este libro, lo romántico y lo social se condensan de tal modo, que la palabra adquiere una uniformidad mística, un ritmo cadencioso cuyas notas descifran nuestras nuestros sentimientos más profundos. Si hay algo defina a este trabajo, eso es la empatía y honestidad que Alberto Quiñónez nos otorga en cada poema y que seguramente el lector podrá advertir sin dificultad:

Mujer, nuestra simiente vendrá al mundo de los
                                                            /desharrapados.

Trabajo único y ambicioso que reúne muchas de las grandes inquietudes de la nueva poesía salvadoreña.




Selección poética




[La sangre de tu pelvis no me deja saber quién soy...]


La sangre de tu pelvis no me deja saber quién soy.
Quizás el polvo que tocan las patas del carnero.
Quizás el balido que corta los mudos dedos del aire.


Es sólo que a veces me he mentido.
Es sólo que tantas y tantas veces me has negado
                                        /que puedo  hacerlo yo mismo.

Abro ventanas.
Abro puertas en mi costado para que salgan los piojos.
Saco a pastar este rebaño muerto el mes pasado.
Mírame a los ojos antes de irte.
No digas nada.




[Abril sabe a lunas menguantes y a alambres de púas...]

Abril sabe a lunas menguantes y a alambres de púas.
El periódico habla
de precios y de guerras y de inviernos pasados.
La lluvia esgrime sus muñecas sangrantes.
Bien por la saliva de los ermitaños.
Bien por el labio superior de los tragantes.
Bien por el pómulo de los motores.
Bien por el oído que habla de los muertos.
Bien por ellos.

Cuando salte inanimada la crisálida que nos contenía
podrán caer entonces las banderas y los muros.



[Me he acostumbrado a que falte la nave de partida...]

Me he acostumbrado a que falte la nave de partida.
No volverás aunque pueda detenerme en algún nudo del viaje.
Pienso en tus pálidos labios heridos.
Pienso en cómo la cruz liquida de tu sordera parte el sol
                                                                        /en tres mitades.

Ayer fui todo un siglo.
Un siglo de amaneceres tibios y de noches casi tristes.
Un siglo que veía morir a tantos hombres.
Ayer me decía tu nombre y era libre y poderoso.
Entonces mencionar tu nombre era mencionar el viento.
Un rugir de lunas antárticas que mecen la cuna de las fieras.

Casi podría repetir de memoria cada una de tus palabras.
Casi podría reírme si estuvieras aquí.
Pero falta esa nave que espero y que no vendrá nunca.
Jamás en el tiempo de los tiempos.
Aunque pierda mis oídos y el balcón que se hace noche.
Y lágrimas de niño que niegan a la noche.
Y una sed que queme al mar que me conoce.
Reconocería con los ojos cerrados el signo de tu embarcación.
Pero no vendrá. Hace tiempo que lo sé.



Calostro

Llevo adentro un mar que no toca ni la playa que lo circunda.
Un mar que es flor y bayoneta, ciénaga y calostro.
Y yo no sé porque a tus ojos le han crecido cerraduras.
Hablo de la uña, del surco, de la reja.
Hablo de un pueblo de fantasmas que se mecen.
Hablo de un pequeño dios, muerto de frío.
Y de la cuerda que lo amarra.
Y de los sables en silencio.
Hablo de lo que no se oye,
de una flor que se quema, de una oprimida gota de lluvia                                                                                                 /que no cae.
Hablo del paraíso y de la abierta vena de los caballos
(también pesa tu aliento en estas manos vacías).
Hablo de que una vez te quise.

A veces, la luna canta su canción y sangra.
Hace tiempo que ya no pregunto por qué.

Hay una marea que se arranca las venas.
Este barco recoge su red llena de ojos.
Y no hay mirada en los rostros que regresan,
si es que regresar es algo posible.
Hace tiempo y sangre que ya no pregunto.
Tiempo cristal de roto calendario.
El mañana no existe. Lo he sabido desde hoy.



[Las antiguas inercias del viento son el credo…]

Las antiguas inercias del viento son el credo de la langosta
y el primer llamado al llanto de la primera lombriz.
Pero el espacio fortuito entre tu piel y tu ropa,
llama al canto de los bellos equinoccios del humo.
Así como el fuego toma del fuego su alma.
Así como la piedra funda su templo en la piedra.
Así como nace carne de la carne,
dice alguien olvido porque solo el olvido es.
Y se abre la luz sobre el origen de los trenes,
ahora que la lógica es un charco de uñas y medusas donde                                                                                        /los caballos orinan.
Ahora, cuando es tan tarde que ya no puedes decir más tarde,
cuando es tan inútil que cantes con tus sagrados temblores,
cuando llueve sobre los trenes que van al adiós. 

Y nadie es una persona sentada en la última estación,
esperando a perderte de vista en las llamas de la lejanía.
La mañana abre la mandíbula de aire de los alfileres.
Y luego, regresar hasta la madriguera que cavaste                                                                                                  /en la nariz de Lot,
para depositar esos huevos que transportan cadáveres,
esas lágrimas, como apéndices del miedo,
esos pies, mordidos por tu locura.


La virgen de los viajantes se quemó en el reino                                                                                                   /de los mutilados,
y tú perdiste la gloria antes de verte en el espejo.
Por eso hay calaveras bajo la almohada,
cada vez que nos llega al tacto la simiente de las piedras,
cada vez que los aeroplanos vomitan gusanos en tu axila,
cada vez que el viento sopla con su grito de langosta
y nuestras voces no se oyen, y nuestros minutos no se junta.

Grito en el palacio vacío de los monarcas del miedo,
aquí la vida es una mariposa congelada en el quicio
                                                                   /de tu habitación.
El jardín está plantado de judíos muertos bajo
                                             /el último  eclipse del hombre,
ese andar de marionetas que entrechocan sus cantos,
esa orgía de carne y plomo que desayunó en los cementerios,
y que cala más adentro que la palabra que no pronuncias.

Tu vientre será el arpa que cante bajo las lluvias del mañana,
indiferente a toda brisa,
a cualquier gesto,
a toda palabra que sobreviva
en los labios mordidos del hambre de nuestra simiente.



A ella

Llegué a tu corazón herido en la simiente,
mutilado en mis abrazos y triste en mis risas.
Así llegué a tu vida como una pregunta necia.
Como un cuchillo exiliado en el mar de la mudez.
Teniendo un solo soplo para asaltar a la vida.
Contemplando una pequeña llama de asombro
                                  /bajo el huracán de la muerte.

Vine a tu pecho, a tu doble semilla que me palpita en las manos,
a tu saliva y a tu pelo que me calman las heridas,
a tu voz de lluvia, a tu sueño donde somos secretos antiguos,
a todo tu misterio, a la maravilla total que me destruye los pecados.

Y supe de tu boca, de tu piel que me das cuando te digo sos mía.
De tu sexo en el que busco algo más allá de vos misma,
donde te encuentro como una explosión de selvas
                                                     /y mares y ríos y temblores,
del que salgo como un ciego que ha visto nacer a Dios.
Y de tu cuerpo, completamente, compañera.

Y también tuve tu mirada:
tus ojos como el universo estudiándome despacio.
Los ojos donde beso la esperanza que nos ata las venas.
Es la esperanza de nuestros muertos,
la luz que no se apaga de nuestros desaparecidos.

Entonces besé tus pies para darte el alma que me quedaba.
Te di mis recuerdos para semejar un latido.
Ya somos de la muerte, plenos de ser y de entregarnos,
vida por vida.




Alberto Quiñónez 



San Salvador, 1987. Fue miembro del taller de la Casa del Escritor, durante la coordinación de Rafael Menjívar Ochoa. Actualmente se desempeña como investigador en diferentes áreas de las ciencias sociales.

Sus escritos poéticos han aparecido en algunos medios digitales e impresos como artepotetica.net y Suplemento Tres Mil. Ha sido incluido en el volumen No 2 del proyecto antológico Solo la voz (CONCULTURA, 2006) y en la antología Memorias de La Casa, 2002 – 2010 (Índole editores, 2011).











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