domingo, 13 de abril de 2014

Las florecidas arboledas del mar, Luis Alvarenga, Editorial EquiZZero, 2014.





"Las florecidas arboledas del mar" se convierte en nuestra primera publicación del 2014, y en el segundo libro de Luis Alvarenga  publicado por nuestra editorial..

Fue Pídaro quien dijo: lo más hermoso es el agua, y quizás este sea uno de los motivos que  Luis Alvarenga  encuentra para desarrollar su canto, para verter su imaginario poético en las cosas que yacen ocultas en fondo del ser, así mismo, aquellos elementos que se encuentran en Las florecidas arboledas del mar:


Antes de dejarme seducir
por los monótonos cánticos
de las sirenas del sueño
—minúsculas como gotas de agua—
describo contigo la forma de la noche…


No crea el lector que estamos ante a una acción meramente contemplativa del autor o ante un misticismo lleno de elementos marítimos: tesoros, seres o secretos, muy por el contrario, nos enfrentamos a un libro que bien podría ser punto de inflexión entre esas eternas preguntas y la incansable búsqueda respuestas, tan afines a la filosofía, de las que depende la existencia humana: ¿Quiénes somos?, ¿y hacia dónde vamos?

Omar A. Chávez



Selección poética



Forma de la noche

Antes de dejarme seducir
por los monótonos cánticos
de las sirenas del sueño
—minúsculas como gotas de agua—
describo contigo la forma de la noche:
es una nave de maderas de sombras.

Alguien la armó con paciencia suma;
con maderas de olvido
y resinas de delirio las armó.
(Luego destruyó el astillero
para que fuera tarea imposible
hacer otro barco similar)
Tanto trabajo, tanta habilidad
para echar a las aguas oscuras
una barca tan efímera
cual si fuera de papel.
Su puerto nunca llega.
Su faro son mis ojos:
dos veleidades
que la traicionan al abrirse
y la custodian fatigados.




La tarde de verano era la sombra de una hoja

La tarde de verano era la sombra de una hoja
deslizándose entre los aposentos del aire:
era, quizá, la música aún desconocida,
la visión que irrumpe en la siesta
y trata de decirnos algo
sobre un lugar y un tránsito extraño
y sobre cómo cambiará nuestra frente.
Digo una profecía vuelta del revés
para explicar mejor
que el polvo que sacudo de mis sandalias
es del mismo color que la sombra
que se balanceaba, indolente,
en las ruinas del aire.




Casa

Se acerca alumbrando
como una luciérnaga.
La casa guarda historias,
noches entrelazadas, el despertar de un niño.
¡Y cuánto cuesta una casa!,
es decir,
cuánto cuesta errar por la tierra
sin un perro de ojos grises,
acostarse rodeados de desierto,
coloreados de horas,
hasta hallar un sitio para oler juntos una flor.
Te besé por primera vez.
Nuestra casa me habita desde entonces.




Por un favor recibido

A Monseñor Romero

Tu palabra prende
corazones que velan,
plegarias insomnes
que se marchan al sol.
Tu voz restaña
mi corazón lisiado
de tiempos sin fin.
Tu amor me echa a andar
pone pies
donde había dudas
y humedece de besos
el desierto.
En tu corazón de niño
está el milagro.




Canción de la lluvia
                                
The ghost of  ’lectricity howls
in the bone of her face.
Where those visions
of Johanna
have taken my place.
Bob Dylan

Hoy que los hombres se disgregan
corriendo a la sombra
para ver sus cabezas
encerradas en peceras grises,
vuelvo a ser el misterio
que se debe incendiar,
la leyenda tan temida
del loco y un pequeño barco
donde cupo el reino animal,
bestezuelas de su vicio dominical.
Ahora  que los hombres se encierran en sus cuevas
donde no falta la luz muerta,
danzando suspendida ante un alambre y el cristal,
mi beso trae miedo.
Se ha desamarrado el confín que me enlazaba
a una danza circular.
No quiero que irrumpa
el horror por este baile,
no quiero un grito
por cada conmoción de amor.
De tanto sobrevolar
la casa de los sonámbulos,
de tanto llorar
sobre sus soledades,
he despertado en pesadilla.

Surge ella como salamandra
que se me sale de las manos
cuando quiero asirla con palabras.
—Buenos días— te digo
y esto es abrir
las puertas de la condena.
—Es así la luz ambarina
del día en que dejas a Dios a un lado.
Surge. Me quema.
En el vértigo de su huida
me ha quedado el aprendizaje de su sed.

Yo lo sé.
Cada vez es más fugaz tu visita.
Y cada vez más esperada.
Un vacío colma
de locura estas manos
que te aguardan.
No importa que tu luz sea una ofrenda diminuta.
(Sé que siempre me ciega.
Vivir en ella
sería el deslumbre,
la locura definitiva.)
No puedo alejar mi sombra de la tierra.
Me necesitas en vigilia
para esperarte,
para que estas manos
digan tu fugaz secreto.



Hotel central

Durante un año estuve
hechizado en la espuma del agua
Jorge Luis Borges

I

Acaso tu alma sea ave transmigratoria.

Vanamente quisiera
apresarla en este cuaderno,
porque ahora que has vuelto a tu inocencia,
rechazarías, como se rechaza un traje ajeno,
a todas las aves que te despertaban
—tus hijos, diseminados
en vidas tan lejanas—,
como si fueran habitantes
de lejanas nebulosas,
a mi admiración al verte
como una esfinge amada,
y aquel hotel que levantaste con tus insomnios,
como se levanta una ciudad
en medio del desierto o de la eterna siesta de los hombres,
y se desvanece,
como se desvanece
también este espejismo
que sabiamente
haces en olvidar.





Luis Alvarenga


San Salvador, 1969. Poeta y ensayista. Integró el Taller Literario Xibalbá en los años ochenta. Fue coordinador del Suplemento Tresmil, de Diario Co-Latino. Dirigió la revista Cultura y actualmente edita la revista Realidad, de la UCA de San Salvador.
                                              
Ha publicado los siguientes poemarios: Otras guerras (1995); Libro del sábado (2001) y Dante (2012). Hotel Central, uno de los poemas que integran este libro, fue publicado anteriormente en forma de plaquette, en la revista El Oso Abrillantado. Autor de la biografía de Roque Dalton, El ciervo perseguido, el ensayo Roque Dalton, la radicalización de las vanguardias (2011) y de la investigación Tiempos de audacia. Los mass media de una guerrilla (2013).



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