domingo, 19 de mayo de 2013

Landsmoder - artículo de Lauri García Dueñas para el "Periódico de poesía".





Artículo de Lauri García Dueñas sobre "Landsmoder", publicado en el "Periódico de poesía" de México, Nª 58 en abril de 2013.



Elena Salamanca (El Salvador, 1982) es de las voces poéticas más perturbadoras de la contemporaneidad centroamericana. 


Luego de sus sugerentes Peces en la boca donde el Facebook y una reescrita Sor Juana, aguijonean dulcemente la yugular del lector, crece en mancha, hacia lo oscuro y lo terrible, como helecho acuático y nocturno en Landsmoder (Editorial Equizzero, 2012), publicación consecuencia de haber obtenido el primer lugar en el 1er Concurso Ipso Facto de dicha editorial.

La primera parte del libro Colegio de señoritas españolas venidas a menos habla-canta-denota lo no dicho por toda una clase social desvencijada, educada (adiestrada emocionalmente) en colegios religiosos donde el patetismo crece en capilla ardiente. 

La ausencia del padre, dibujada en transparencia por una voz niña víctima que no pretende victimizarse, se reproduce en la conversación con una tiesa maestra de primaria, dando origen, a mi juicio, al poema más contundente del libro y a uno cuya completud brilla (como un vidrio roto en tierra negra) entre otros muchos poemas rebuscados de su generación y ubicación geográfica.


¿Entonces no voy a volver a ver a mi papá?
La señorita no supo qué responder

En la segunda parte: Galería de los héroes, pincha, la desgarradura se abre en el poemaLas niñas se levantan la falda y paren:

Las niñas se levantan la falda y paren. 
Paren. 
Paren niños delgados como ellas.
Apenas aprenden a caminar, los niños se caen.
Apenas hincan el diente en el pan, los dientes se caen.
El pan es muy duro, 
los dientes son débiles, 
los dientes son de leche, como dicen las abuelas.

Y luego, como si el poema metiera el dedo en la cerilla del trauma social:

Los niños van creciendo.
No son débiles como las madres.
Siguen encontrando en el camino a las vacas y los caballos, 
encuentran los vehículos, rompen los cristales;
encuentran las casonas, rompen las rejas.


Y los niños, 
con sus dientes astillados, 
con sus dientes malcrecidos, 
con sus dientes podridos, 
van mordiendo lo que encuentran en el camino.



Y muerden, 
sobre todo, 
la mano que los alimenta.



Los niños muerden
incluso
la yugular de esa niña 
que es su madre.

Más adelante, en el poema Muchacho, amor perteneciente a El cuerpo de la nación la maldición de la patria terrible, exagerada e histérica, es llevada a sus últimas consecuencias, abre fauces:

Camina, 
muchacho, 
yo soy tu amor, 
arrástrate con las manos y las rodillas, 
sángrate las manos, 
sángrate las rodillas, 
mancha la tierra.


Yo soy tu patria, 
muchacho, 
y te condeno a este único amor.

La patria es en los dedos de esta escritora, todo menos lo cursilo restringido de los fetiches folclóricos que en El Salvador aún no se han derrumbado.


Pero la patria, esa cosa indefinible, con la que nos tortura la voz poética, no es sólo la salvadoreña, es cualquier patria que aun teniendo ese nombre mayestático no es país ni mucho menos. 



En algunos momentos el lector podrá preguntarse ¿Es tan grande el martirio? ¿No es exagerado lo horrible?



Y sí, lo horrible se repite, crece:


Qué criatura horrible debí ser. 
Nunca tuve un espejo para constatarme, 
pero sentí la maldad de las dentelladas de mis hijos
                                          /en mis múltiples pezones.

Madre horrible. Hijos que devoran a la madre. Rotos quedan los arquetipos. 


El libro de Elena Salamanca me recordó El asco de Horacio Castellanos Moya. Libros donde el ojo de lo simbólico se abre para poner el dedo sobre la llaga nacional y recordarnos nuestro patetismo autoinfringido. 



Cierto halo de tragedia grandilocuente también me trajo a la mente a César Vallejo. 



Pero Elena es muy Elena. Ella, la autonombrada “Reina de la Independencia”, escritora, historiadora, artista visual, performer,  promotora cultural que organiza una feria de arte llamada FEA, brilla (como vidrio roto en tierra negra) con sus dos libros de poemas y los que vienen. 



Anómala, escritura de lo anormal (de ese tipo particular de anormalidad que pare belleza), atípica escritora centroamericana. Hay que leerla, como un mantra.


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