"Las florecidas arboledas del mar" se convierte en nuestra primera publicación del 2014, y en el segundo libro de Luis Alvarenga publicado por nuestra editorial..
Fue Pídaro quien dijo: lo más hermoso es el agua, y quizás este sea uno de los motivos que Luis Alvarenga encuentra para desarrollar su canto, para
verter su imaginario poético en las cosas que yacen ocultas en fondo del ser,
así mismo, aquellos elementos que se encuentran en Las florecidas arboledas del mar:
Antes de dejarme seducir
por los monótonos cánticos
de las sirenas del sueño
—minúsculas como gotas de agua—
describo contigo la forma de la
noche…
No crea
el lector que estamos ante a una acción meramente contemplativa del autor o
ante un misticismo lleno de elementos marítimos: tesoros, seres o secretos, muy
por el contrario, nos enfrentamos a un libro que bien podría ser punto de
inflexión entre esas eternas preguntas y la incansable búsqueda respuestas, tan
afines a la filosofía, de las que depende la existencia humana: ¿Quiénes
somos?, ¿y hacia dónde vamos?
Omar A. Chávez
Selección poética
Forma de la noche
Antes
de dejarme seducir
por los
monótonos cánticos
de las
sirenas del sueño
—minúsculas
como gotas de agua—
describo
contigo la forma de la noche:
es una
nave de maderas de sombras.
Alguien
la armó con paciencia suma;
con
maderas de olvido
y
resinas de delirio las armó.
(Luego
destruyó el astillero
para
que fuera tarea imposible
hacer
otro barco similar)
Tanto
trabajo, tanta habilidad
para
echar a las aguas oscuras
una
barca tan efímera
cual si
fuera de papel.
Su
puerto nunca llega.
Su faro
son mis ojos:
dos
veleidades
que la
traicionan al abrirse
y la
custodian fatigados.
La tarde de verano era la sombra de una
hoja
La
tarde de verano era la sombra de una hoja
deslizándose
entre los aposentos del aire:
era,
quizá, la música aún desconocida,
la
visión que irrumpe en la siesta
y trata
de decirnos algo
sobre
un lugar y un tránsito extraño
y sobre
cómo cambiará nuestra frente.
Digo
una profecía vuelta del revés
para
explicar mejor
que el
polvo que sacudo de mis sandalias
es del
mismo color que la sombra
que se
balanceaba, indolente,
en las
ruinas del aire.
Casa
Se
acerca alumbrando
como
una luciérnaga.
La casa
guarda historias,
noches
entrelazadas, el despertar de un niño.
¡Y
cuánto cuesta una casa!,
es
decir,
cuánto
cuesta errar por la tierra
sin un
perro de ojos grises,
acostarse
rodeados de desierto,
coloreados
de horas,
hasta
hallar un sitio para oler juntos una flor.
Te besé
por primera vez.
Nuestra
casa me habita desde entonces.
Por un favor recibido
A Monseñor Romero
Tu
palabra prende
corazones
que velan,
plegarias
insomnes
que se
marchan al sol.
Tu voz
restaña
mi
corazón lisiado
de
tiempos sin fin.
Tu amor
me echa a andar
pone pies
donde
había dudas
y
humedece de besos
el
desierto.
En tu
corazón de niño
está el
milagro.
Canción
de la lluvia
The
ghost of ’lectricity howls
in the
bone of her face.
Where
those visions
of
Johanna
have
taken my place.
Bob
Dylan
Hoy que
los hombres se disgregan
corriendo
a la sombra
para
ver sus cabezas
encerradas
en peceras grises,
vuelvo
a ser el misterio
que se
debe incendiar,
la
leyenda tan temida
del
loco y un pequeño barco
donde
cupo el reino animal,
bestezuelas
de su vicio dominical.
Ahora que los hombres se encierran en sus cuevas
donde
no falta la luz muerta,
danzando
suspendida ante un alambre y el cristal,
mi beso
trae miedo.
Se ha
desamarrado el confín que me enlazaba
a una
danza circular.
No
quiero que irrumpa
el
horror por este baile,
no
quiero un grito
por
cada conmoción de amor.
De
tanto sobrevolar
la casa
de los sonámbulos,
de
tanto llorar
sobre
sus soledades,
he
despertado en pesadilla.
Surge
ella como salamandra
que se
me sale de las manos
cuando
quiero asirla con palabras.
—Buenos
días— te digo
y esto
es abrir
las
puertas de la condena.
—Es así
la luz ambarina
del día
en que dejas a Dios a un lado.
Surge.
Me quema.
En el
vértigo de su huida
me ha
quedado el aprendizaje de su sed.
Yo lo
sé.
Cada
vez es más fugaz tu visita.
Y cada
vez más esperada.
Un
vacío colma
de
locura estas manos
que te
aguardan.
No
importa que tu luz sea una ofrenda diminuta.
(Sé que
siempre me ciega.
Vivir
en ella
sería
el deslumbre,
la
locura definitiva.)
No
puedo alejar mi sombra de la tierra.
Me
necesitas en vigilia
para
esperarte,
para
que estas manos
digan
tu fugaz secreto.
Hotel central
Durante un año estuve
hechizado en la espuma del agua
Jorge Luis Borges
I
Acaso
tu alma sea ave transmigratoria.
Vanamente
quisiera
apresarla
en este cuaderno,
porque
ahora que has vuelto a tu inocencia,
rechazarías,
como se rechaza un traje ajeno,
a todas
las aves que te despertaban
—tus
hijos, diseminados
en
vidas tan lejanas—,
como si
fueran habitantes
de
lejanas nebulosas,
a mi
admiración al verte
como
una esfinge amada,
y aquel
hotel que levantaste con tus insomnios,
como se
levanta una ciudad
en
medio del desierto o de la eterna siesta de los hombres,
y se
desvanece,
como se
desvanece
también
este espejismo
que
sabiamente
haces
en olvidar.
Luis Alvarenga
San Salvador, 1969. Poeta y ensayista.
Integró el Taller Literario Xibalbá en los años ochenta. Fue coordinador del
Suplemento Tresmil, de Diario Co-Latino. Dirigió la revista Cultura y actualmente edita la revista Realidad, de la UCA de San Salvador.
Ha publicado los siguientes poemarios: Otras
guerras (1995); Libro del sábado (2001) y Dante (2012). Hotel Central, uno de los poemas que integran este libro, fue
publicado anteriormente en forma de plaquette,
en la revista El Oso Abrillantado. Autor de la biografía de Roque Dalton, El
ciervo perseguido, el ensayo Roque Dalton, la radicalización de las
vanguardias (2011) y de la investigación Tiempos de audacia. Los mass media de una guerrilla (2013).
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