¿Qué decir de
la poesía escrita por mujeres en El Salvador?, mejor dicho ¿qué decir de la
poesía escrita por mujeres en el último decenio en El Salvador? Vladimir Amaya
en su antología de poesía joven Una
madrugada del siglo XXI (febrero, 2010) hace una acotación muy acertada a esta
interrogante: se debe aclarar y poner en
relieve que esta es de las primeras generaciones literarias en donde las voces
femeninas se han destacado en gran manera, a tal grado de ser precisamente
mujeres las primeras en descollar en los albores de este grupo. En febrero de 2008, fundamos con Carlos Flores Editorial EquiZZero, el proyecto nacía
bajo la necesidad de abrir espacios a las nuevas voces del área
centroamericana, poetas que en aquellos momentos estaban llevando a cabo
trabajos interesantes y que, sin embargo, no habían visto la luz. Es así como
fueron apareciendo en nuestra lista nombres como: Alberto López Serrano, Jesús
Gabriel Alvarado, Roger Guzmán, Vladimir Amaya entre otros poetas que formarían
el grupo de avanzada de la nueva poesía salvadoreña. Como dato curioso, hacia 2011
no habíamos publicado a ninguna mujer, pese a que sabíamos de sobra de la calidad
de muchas de ellas, es así como nació el I
Certamen de Poesía Ipso Facto 2011, el cual puso en evidencia lo que
Vladimir ya afirmaba en su antología: esta
es de las primeras generaciones literarias en donde las voces femeninas se han
destacado en gran manera.
Durante años
la poesía escrita por mujeres —evitaré hacer uso del término “poesía femenina”
puesto que ello hace referencia a una cuestión biológica y de género que poco
interesan en este punto— estuvo relegada más bien al plano marginal, dado que
las condiciones sociales y culturales de aquellos tiempos (1900-1970) no lo
permitieron, con algunas claras excepciones (Claudia Lars, Matilde Elena López,
Claribel Alegría entre otras). La guerra civil, y su previo, permitió a muchas
mujeres alzarse y utilizar la poesía como arma e instrumento para concientización
de las masas, algunas de las cuales ofrendaron sus vidas por la causa
revolucionaria (Amada Libertad, Lil Milagro Ramírez, Delfina Góchez Fernández).
A mí me van a matar
¿Cuándo? No sé…
Lo que si tengo claro es que
moriré así,
asesinada por el enemigo.
(Fragmento
del poema “Con gusto moriré”, Delfina
Góchez Fernández).
La generación
de posguerra (o nueva poesía salvadoreña), es decir, aquellas jóvenes cuyos
textos empiezan a producirse alrededor de 1992 o que nacieron dentro del
periodo del conflicto, son las mismas poetas que tuvieron la guerra como patio
trasero, pero que, a pesar de ello, no será el tema central de sus obras, por
vez primera, en mucho tiempo, se empieza a tomar consciencia de la situación literaria
en el país. El uso monopólico del verso libre, la proliferación de talleres
literarios, la ruptura ideológica entre literatura y política y la
diversificación de las distintas voces poéticas son algunas de las
características que van a definir a esta generación y que, así mismo, servirán
de punto de partida a las generaciones subsecuentes. Susana Reyes (1971), Roxana
Méndez (1978), Krisma Mancía (1980), Lauri García Dueñas (1980), Claudia Meyer
(1980), Laura Zavaleta (1982), Elena Salamanca (1982), Rebeca Henríquez (1982)
serán punta de lanza de la denominada nueva poesía salvadoreña, que para
entonces ya empieza a tomar forma. Cada una con una voz nueva y fuerte, con un estilo fresco y
vigoroso. Carmen González Huguet en su artículo Poesía Salvadoreña Contemporánea afirma: Tras la firma de los acuerdos de paz, El Salvador entró en una etapa de
crecimiento económico que se vio frenada posteriormente por la recesión. Esta
etapa trajo una revitalización de la actividad cultural, pero el país aún
arrastra un rezago enorme debido a múltiples causas, tanto económicas como
políticas y sociales, que sería largo enumerar. El nuevo clima, sin embargo, ha
permitido que surjan producciones más libres y voces nuevas. Si en los 70 y
80´s los colectivos se definían por una voz compacta, unificada, y, según la
tesis de Vladimir Amaya, donde lo
monolítico y lo uniforme llegaron a ser invariables en las formas de
manifestarse de esta generación. Es a partir de los 90´s donde la tendencia
a la diversificación, a modo de un caleidoscopio, se hace palpable. Atrás ha
quedado el poema comprometido con la causa revolucionaria. El existencialismo,
las propias luchas internas, el posicionamiento de la mujer en la palestra
social, son parte de lo que este grupo de jóvenes representa.
Entro y salgo por las mismas
paredes
mi pie es el sabio
mi espíritu retorna al singular
origen
y trato de leer la historia
en la infinita biblioteca de
sangre
donde voy, regreso, voy, regreso.
Ariadna de pie e impaciente
sigue mi viaje
el Minotauro ahora es sólo un
sueño.
(Fragmento
del poema “Chartres”, Susana Reyes).
Carmen
González Huguet explica este fenómeno de la siguiente manera: Quizá uno de los hechos más significativos
de los últimos años ha sido la exploración de diversas identidades, lo que está
contribuyendo a enriquecer el imaginario colectivo. Una de las manifestaciones
de esto es el trabajo de un grupo creciente de escritoras que han comenzado a
crear espacios propios y a definir una obra personal de mayor exigencia sin
recurrir necesariamente a las instancias tradicionales, en su mayoría dominadas
y dirigidas por los escritores, y sin supeditarse tampoco a unos cánones
definidos también mayoritariamente por los hombres. Pero ningún proceso es
estático, para Heráclito todo fluye, nada
permanece. De igual manera, las generaciones literarias constituyen una
constante, a veces con periodos de remisión pero que, invariablemente, tienden
a seguir su curso. Las características de esta nueva generación de escritoras serán
las mismas que definieron a las poetas de los 90´s. Pero si en 1992 los
espacios para la divulgación y promoción literaria empiezan a tomar forma, en
la década del 2000 se consolidarán y aparecerán otros que con el tiempo
constituirán bastiones y referentes de la poesía salvadoreña: Los Tacos de Paco. Talleres literarios
como Serpientemplumada, la Rosa Negra, La Casa del Escritor, el Perro Muerto encontrarán el “Los Tacos” una casa a la cual
asirse y cada grupo aportará al panorama literario gérmenes de una nueva era: Francisca
Alfaro (1984), Ligia Molina (1985), Miroslava Rosales (1985), Alondra Umanzor (1985), Kenia López (1987), Karen Méndez (1987), Nathaly Castillo (1988), Katheryn
Rivera Mundo (1989), Miriam García (1991).
Me conecto a las caderas del
silencio
y siento correr tus dedos
por los poros abyectos de mi
cuerpo
erosionado por tu ausencia
Kenia López
Pero los
talleres literarios no serán los únicos en regar sus semillas, existirán casos
aislados que harán tambalear, en su momento, el ámbito literario nacional: Johanna Raabe (1989),
que no se adscribe a ningún grupo,
ganará en 2007 el prestigioso premio Letras Nuevas promovido por La Prensa Gráfica. En 2008 será
publicada por la estatal Dirección de
Publicaciones e Impresos (DPI) con su libro: Entre una y tres de la madrugada. Será Raabe, con tan sólo 18 años,
la primera de esta nueva generación en publicar un libro. Le seguirá Katheryn
Rivera Mundo con Muñeca rota (2012).
Pero no es la edad cronológica lo que define a este grupo, sino la fecha de
irrupción en la literatura nacional lo que marca el punto de inflexión entre
una generación y otra. Casos concretos: Ligia Molina (mención honorífica
del certamen Letras Nuevas, 2009), Rebeca Heríquez, tres veces ganadora de los Juegos Florales a nivel nacional en la rama de poesía, y Abigail Reyes (1984), que en 2012 ganará el
Segundo Certamen de Poesía Ipso facto y publicará su libro Sin coro, tanto Rebeca como Abigail no pertenecen a un taller o círculo literario. Ambas forman parte de esas jóvenes cuyo trabajo silencioso
toma fuerza desde las estanterías de la propia habitación, lejos de los cafés o
los auto llamados grupos underground,
tan de moda en estos días. Sería irresponsable de mi parte afirmar que los
premios literarios definen el trabajo y la calidad de un escritor como tal
¿Cuántas de estas mujeres pasarán a los anales de la historia de la literatura
nacional?, aún es prematuro decirlo, pero creo que con una de ellas ya habremos
ganado suficiente.
Omar A. Chávez
Editor
Editorial EquiZZero
Selección poética
Rebeca Henríquez
Fosas clandestinas
Ligia Molina
EscriBrando
Zona Abisal
Temo
tanto al océano,
al
foso oscuro en el que los tiburones y las orcas
sepultan
sus cadáveres,
que
mi cuerpo sin vida terminará ahí;
junto
a las Arañas de Mar,
bajo
una Esponja vítrea que los buceadores
verán
como un baúl que no se sumerge,
y
que se ilumina a ratos por los moluscos
que
dilatan sus poros refulgentes sobre él.
Ahí,
en esa profundidad,
sé
que nadie erigirá una lápida en algún lenguaje humano.
Nadie
reconocerá mi osamenta
combinada
con la tierra, las orugas y la hierba.
Tampoco
dejarán ramas de ciprés ni dulces de leche
ni
siquiera una letanía
sobre
las piedras de un sepulcro
en
el día de los muertos.
El
océano y sus aguas distantes,
aquellas
que no son dignas de conocer ni de imaginar,
me
sostendrán.
Porque
sólo ahora
-con
este brío apenas concebido
para
entender sobre las ciencias, la historia y la guerra-
es
que obtengo el aliento del polvo
y el
licor del aguacero para sobrevivir.
El
arqueólogo cuelga de una polea
hacia
el centro de una ruina sombría.
Su
vocación por explorar
lo
ha llevado hasta un espectáculo siniestro
que
ni el cine ni el narcótico más potente
podrían
concederle en esa noche
que
en lugar de estrellas
tiene
luces de linternas.
El
arqueólogo desciende
mientras
la tierra armoniza
la
melodía que antecede a las tragedias.
Sus
notas estallan en piedras rojizas
que
llevan impresas las quimeras de un país futuro.
La
primera lluvia del invierno
descubrió
las caderas de una mujer,
que
en verdad era una niña,
que
empalmaba sus pasos imprecisos
con
los zapatos de tacón de gamuza
que
ahora su padre identifica
y
aún mira con desdén.
Junto
a ella,
dos
cráneos se disputan la edad que perdieron
y
los pensamientos
-cada
vez menos humanos-
se les
desprenden en gajos de piel.
Una
fiscal camina alrededor de la cuenca,
se
asoma
y
tan solo mira una pila de papeles terrosos
que
le despojarán el sueño.
El
arqueólogo aún no advierte
su
descenso hacia el inframundo;
él
sabe de pinturas rupestres en cuevas,
sabe
del problema del Marihua rojo
sabe
de la profundidad de un grieta de polillas
en
un libro proscrito.
Ahora
sabe de la barbarie:
descubre
el presente de un país
gobernado
por la locura ominosa de la muerte.
Ligia Molina
EscriBrando
A Manuel, Vladimir y Otoniel
Hay un lugar ominoso
para nosotros
los que esperamos el bus
al otro lado del océano.
Hay un dios de humo
que no nos genera dudas
una diosa arrebatada
que sale en puntillas
a cualquier hora
por la salida de emergencia.
Los trampolines nos permiten
giros saturnales
terminados en rima
golpes sin cicatrices
llagas azules en páginas amarillas
deslizarnos en paisajes ciclópeos
escuchar nuestras vibraciones
en las aletas del tiempo...
En tus ojos
Divino amor mío me dispongo
a dividir tu cerebro en sus dos hemisferios.
Sembraré una rosa negra en el centro
y en cada uno de tus ojos
incrustaré mi dolor
representado por dos patas
de la que fue nuestra cama.
Mientras la sopa esta lista
cantaré tu canción favorita
a tu oreja en mi mano
y me acompañaras
con tus gritos de agonía:
¡Hasta que la muerte nos separe!
Miriam García
Cuando
te olvide
El día que te olvide,
el día que abandone a la suerte a tu recuerdo,
a tu dañino veneno;
que incrustado me embriaga
y me obliga a escribirte,
en cada papel que encuentro,
ese día está muy lejos.
El día que mi poesía
no esté minada de tu nombre,
que mi pensamiento no este lleno de tu
esencia,
que mi sonrisa no se nuble ante tu vista,
que mi inspiración no sean las huellas de tus
labios,
ese día yo lo espero.
El día que ya no te extrañe,
el día que ya no te ame,
sólo Dios sabe donde está, cuando viene,
y yo sólo se que no va a ser mañana.
Kenia López
Sin título alguno
Buscando estoy
el silencio más dulce de tu lengua
Silvia Elena Regalado
Tu mirada se perdió en la cerradura de la atmósfera,
carbonizando el más leve parpadeo.
Me conecto a las caderas del silencio
y siento correr tus dedos
por los poros abyectos de mi cuerpo.
Erosionada por tu ausencia,
abro los ojos y desapareces,
cierro los ojos y me soplas las entrañas.
Esparces tu neblina piel
en la volcánica superficie de mis vértebras.
Johana Raabe
El pájaro negro
Un día vi un pájaro negro sobre la cabeza de mi padre.
De cuando en cuando
se comía uno de sus cabellos grises o picoteaba sus anteojos.
Lo curioso es que mi padre
no se daba cuenta que tenía un gigante pájaro negro
hurgando en sus orejas y observando su nariz.
Al pájaro parecía agradarle mi padre
porque no le hacía daño
y tampoco insinuaba querer largarse.
Con ese pájaro parado sobre su cabeza
mi padre comió, durmió, trabajó, se duchó
por casi una semana.
Un domingo el pájaro decidió que era tiempo de volar,
y sin qué ni para qué
mi padre sonrió.
Balada a la tristeza
Katheryn Rivera Mundo
Cabello de agua
Mi abuela lleva los ojos medio vivos,
tiene rosas sembradas en las manos,
en ella las hormigas curan cicatrices.
Su cabello de agua ocultó las cartas en el tiempo.
Ella guardó el llanto con los brazos de su rostro,
ahí sus caricias enfrentaron los lamentos.
Mi abuela
olvidó la cantidad de barcos en el mar de sus caderas,
los rayos ahorcados con sus piernas
así aprendió a enlazar su vientre con la luna.
Ella lleva la esperanza anclada
en su corazón de sueños.
Mi abuela se olvidará de mí,
se olvidará de todo.
Balada a la tristeza
Yo sé los sueños
que tuvo una cucaracha
sobre mi mano.
De lumbrales que abrazaron el silencio de las calles.
Mis ojos saben de claveles
que murieron en el primer suspiro.
Sí,
mis brazos también conocieron nudos
en la espalda de la sonrisa más seria.
Y me contagió la sombra que nos deja el frío.
GRACIAS OMAR
ResponderEliminarcomo le hago si quiero dar a conocer los mios
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